Javier Heraud tenía 21 años cuando murió en la ciudad de Puerto Maldonado, en Madre de Dios. Era la madrugada del miércoles 15 de mayo de 1963, en una canoa, en pleno río que da nombre al departamento. Las ráfagas de metralleta acabaron con la vida del poeta. Aquí los detalles, ya casi olvidados, de una muerte que cumple 50 años.
Había nacido el 19 de enero de 1942, en Miraflores. El colegio Markham, donde ocupó el segundo lugar de su promoción, lo acogió por once años.
En 1958, con solo 16 años, ingresa en la Facultad de Letras de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Pero al año siguiente un cambio en su deseo académico lo marcaría definitivamente: decide trasladarse a la misma facultad pero de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Ya había publicado ‘El rio’ en 1960, alabado por críticos como José Miguel Oviedo en las páginas de El Comercio, y por el agudo crítico y poeta Sebastián Salazar Bondy. Su breve trayectoria incluyó el Primer Premio en el concurso El Poeta Joven del Perú de 1960, junto con César Calvo, por su libro ‘El viaje’ de 1961.
El periplo de preparación
Ese año Heraud viajó a Moscú para asistir al Foro Mundial de la Juventud; y de la capital moscovita pasó a Paris y Madrid. En la vieja capital francesa Mario Vargas Llosa lo entrevistó para el programa cultural que trasmitía entonces para América Latina la Radio-Televisión Francesa.
En esa charla (la última vez que habló públicamente de literatura) Heraud dijo que la poesía “no debe dejar de ser clara, debe ser leída por todos"; y que se sentía cercano a Vallejo y Neruda, pero también a los españoles Antonio Machado, García Lorca y Miguel Hernández.
Sin embargo, ese promisorio camino literario sufrió un revés. Y es que Heraud no podía saber que el viaje que haría en 1962 a Cuba, gracias a una beca de cine, lo iba a marcar hasta la muerte.
La senda hacia la muerte
Al llegar a la isla caribeña olvidó el cine. En La Habana se enlistó en el Ejército de Liberación Nacional del Perú y adoptó el seudónimo de ‘Rodrigo Machado’.
De ahí en adelante, Heraud se perdería de las aulas universitarias y del ámbito cultural. Dicen que de Cuba pasó a Brasil, de allí a Bolivia y finalmente al Perú en mayo del 63. Desde ese momento sus horas estaban contadas.
A las 7 de la noche del martes 14 de mayo de 1963, en el bar del hotel Chávez, en Puerto Maldonado, un grupo de siete individuos, del que formaba parte Heraud, discutió con cinco guardias republicanos. Cuando iban a la comisaría un disparo de los detenidos hirió mortalmente al sargento Aquilino Cam Jara, quien murió minutos después.
En medio de la confusión todos huyeron, pero esa misma noche fueron capturados Edilberto Márquez Núñez, Mario Pelagio y otro individuo de apellido Lama.
En la madrugada del miércoles 15 de mayo, tras una agitada persecución por el río Madre de Dios, los otros cuatro sospechosos hirieron primero a los agentes policiales Alejandro Castro Rojas y Julio Tuestas Vela. Las fuerzas combinadas de policías civiles y republicanos respondieron con varias ráfagas de metralleta.
Cuando dieron alcance a la canoa donde iban los cuatro fugitivos, hallaron herido a Elain Elías Caso y muerto a un joven alto y de facciones serenas: era el poeta Javier Heraud. Ese mismo día 15, la noticia saltó a las primeras planas. Pero los sucesivos cables de la jornada añadirían más datos del luctuoso suceso.
Hipótesis sobre un poeta muerto
Se especuló que el llamado “grupo comunista” estaba en esa ciudad para intervenir en una convención partidaria; aunque otras versiones indicaban que lo que buscaban era liberar al líder comunista peruano Hugo Blanco, detenido por entonces en el Sepa, un penal en medio de la selva madredina.
A pesar del hermetismo policial, que se agravó más con la llegada de los miembros de la Policía de Investigaciones del Perú (PIP), se supo que los “comunistas” poseían armamento belga y norteamericano. Sin embargo, las identidades se mantuvieron en reserva.
El jueves 16 de mayo recién el corresponsal de El Comercio, Jorge Díaz, envió los primeros cables en los que informaba quiénes eran los sospechosos. En la portada del viernes 17 se pudo confirmar la terrible noticia: el fallecido era el ex estudiante sanmarquino y poeta Javier Heraud, y el herido Elain Elías Caso, a quien se le responsabilizaba del disparo mortal contra el sargento Cam.
En la edición del domingo 19 se publicó en la portada la foto del joven intelectual. Para unos fue el “poeta guerrillero”; para otros el “comunista saboteador”. El pueblo peruano estaba dividido ante los hechos y las evidencias.
Jorge Diaz detalló para El Comercio la ruta que había seguido Heraud y sus compañeros: de La Habana en avión hasta Río de Janeiro, luego por camión hasta Sao Paulo, y de allí por ferrocarril a Cochabamba, Bolivia. Y luego por carretera hasta Santa Cruz.
Esperaron a que anocheciera en la localidad de La Pastora, en la curva del río Madre de Dios, a 10 kilómetros de la capital departamental.
En la noche llegaron al hotel Chávez. Siete sujetos enfangados, cansados y con gestos adustos se presentaron ante el administrador. Era obvio que la policía sería advertida. Y así fue. El resto de la historia, ya lo sabemos.
Aún hoy la polémica se enciende cuando se habla de la “decisión de Heraud”. Pero lo que sí es irrefutable es que su poesía se mantiene vigente más que sus actos que con seguridad sintió como auténticamente “revolucionarios”, cuando, quizás, no terminaron de ser más que gestos idealistas, que acabaron en una incomprensible tragedia.
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